domingo, 18 de diciembre de 2011

Una locomotora loca cargada de oro

Por: DANIEL SAMPER PIZANO | 7:43 p.m. | 17 de Diciembre del 2011

Daniel Samper Pizano

La gran minería ofrece más riesgos que beneficios y la informal no merece que la traten como un delito.



¿Este es el tren de la salvación? Más bien parece la demencial locomotora de la película.

Para decirlo en términos navideños, las multinacionales mineras son como los Reyes Magos, pero al revés: en vez de llevar oro al pobre portal, se lo quitan. El Gobierno habla con ingenua esperanza del "tren de la minería". Pero deberá manejarlo con cuidado, pues recuerda aquella locomotora loca que corre sin rumbo ni control y causa toda suerte de desastres.

Esta es la impresión que deja una mirada atenta a recientes debates en el Congreso, diversos documentos oficiales, graves quejas ecológicas y artículos de especialistas. Si no enderezan los rieles del tren minero, si no se le pone un buen maquinista y si no se establecen límites y barreras a la actividad, enfrentaremos un monstruo que destruirá la naturaleza, provocará peligrosos conflictos sociales y dejará escaso empleo y exiguas ganancias. No somos las únicas víctimas: en este momento hay en América Latina 155 conflictos creados por la explotación de yacimientos. En Colombia algunos han provocado desórdenes y asesinatos.

Me impresionaron las cifras y argumentos que dio el senador Jorge Enrique Robledo en el Capitolio. Él afirma que "el país puede estar siendo literalmente saqueado" por las grandes empresas mineras, mientras estas y el Gobierno se ocupan de estigmatizar a los mineros informales, a quienes el Ministro de Minas propone "darles el mismo tratamiento que al narcotráfico". El ministro no los llama "informales" sino "ilegales", pero su supuesta ilegalidad es la misma en la que sobreviven millones de colombianos honestos cuyo delito es, básicamente, ser pobres: también son "ilegales" los que venden frutas en los semáforos, los que cuidan autos, los que exhiben merengones en las carreteras, los que reciclan basura, los que ofrecen dulces en un carrito, los que cantan en los cafés...

El general Leonardo Pinto, hablando de los mineros informales del Bajo Cauca, tuvo el valor de señalar que "están enfrentando una injusticia por parte del gobierno nacional" y que la manera de solucionar los problemas sociales no es la fuerza.

Eso es lo primero que conviene aclarar: que los miles de colombianos que buscan oro en condiciones primitivas, como lo hicieron sus antepasados, no pueden asimilarse a narcotraficantes ni recibir tratamiento de bandidos. Causan daños a la naturaleza, es verdad. Pero no más, con seguridad, que las minas a tajo abierto y otras prácticas de la gran minería, capaz de destruir un páramo o alterar el medio ambiente de una región. Para prueba, el deterioro ambiental del Cesar y la bahía de Santa Marta. Recordemos que 38 diputados británicos señalaron que el proyecto de la AngloGold Ashanti en La Colosa (Tolima) podría causar una catástrofe ecológica.

Se diría que el tren aplasta a algunos pero favorece a todos. Falso. Según el economista Eduardo Sarmiento, la minería no irriga beneficios, no genera empleo de calidad y tiene "una clara responsabilidad en los elevados índices de desigualdad de la sociedad colombiana". Además, paga regalías ridículas, inferiores a las que facturan los indígenas en las salinas de Manaure. Y tributa poco. "Las grandes empresas mineras prácticamente no están pagando impuestos", acusa Robledo. Se apoya en la Contraloría, al tenor de la cual los impuestos no pagados por la Drummond en el Cesar equivalen al 76 por ciento del recaudo por regalías.

Lo peor es que el tren galopa sin vigilancia. Ciego, sin datos, el Estado acepta las cifras de las mineras con "fe religiosa" (Contraloría), y un estudio de la Dian expone intrincado carrusel de evasiones fiscales. ¿Este es el tren de la salvación? Más bien parece la demencial locomotora de la película.

sábado, 6 de febrero de 2010


COTIDIANIDAD VS REFLEXIÓN PROFUNDA

Iniciar un curso de filosofía en el bachillerato es un gran reto para los profesores que osamos orientar esta asignatura. De entrada nos encontramos con las limitaciones de administrar un programa que abarca tanto que es insuficiente en dos años poderlo ver con una profundidad respetable. A lo anterior se agregan las exigencias que provienen de los resultados del Icfes, los cuales se emplean como medidores de calidad del aprendizaje de los y las estudiantes. Es decir, los mide el Estado ( y con ello in-directamente a los docentes del área) de acuerdo con una prueba cuyos resultados no siempre reflejan aquello que el estudiante sabe. Sin embargo, de dichos resultados numéricos dependerá, en no pocas ocasiones, su futuro universitario. Entonces, se suma a la asignatura extensa el responder a la "calidad institucional" a través de los resultados Icfes. Y si, finalmente, se le suma una actitud que hemos ido formando en los estudiantes de inmediatismo y superficialidad, de buscar resultados fáciles sin importar los medios para conseguirlos, entonces nos encontramos frente a adolescentes de décimo o undécimo grados, para quienes aprender a filosofar puede convertirse en un obstáculo a superar... qué dificíl es para algunos de nuestros estudiantes el participar en los conversatorios, debates y discusiones que alrededor de determinadas problemáticas son objeto de estudio en clase. Lamentablemente carecen de un sentido de realidad más amplio, están desprovistos en su mayoría de un bagaje cultural, propio de quien no sólo lee textos sino además sabe leer su realidad, siendo esto el reflejo frecuente de los entornos familiares en los cuales vive.

Así, se nos vuelve un reto procurar motivar a nuestros estudiantes hacia la reflexión profunda, hacia una argumentación que supere el sentido común y las opiniones sin mayor argumentación, para llevarlos hacia los terrenos de la crítica, de la toma de posición, de la defensa argumentada de posturas frente a determinado aspecto de la realidad o ante una situación que se esté presentando en nuestra vida cotidiana.

Les doy la bienvenida al nuevo curso de filosofía, con la angustia esperanzadora, junto con los demás colegas, de poder arrastrar con el ejemplo testimonial a los y las estudiantes que han iniciado su año escolar 2010.

jueves, 11 de diciembre de 2008


EL VIRUS MEDIÁTICO NOS DISCIPLINA
Al pensar en nuestras instituciones educativas actuales como instrumentos de control del Estado estamos buscando hacer un análisis más profundo y político al quehacer educativo institucional. Al menos esa fue la mirada que, especialmente Michel Foucault en "vigilar y castigar", hizo patente: junto a la cárcel, el manicomio y el hospital, la escuela ha sido constituída por la sociedad occidental como mecanismo o modo para disciplinar los cuerpos y las mentes de los futuros ciudadanos. La realidad es que en esta sociedad del conocimiento actual, son otros los modos de disciplinar a estas cuotas iniciales, otras son las formas de alejarlos de la realidad, de aquello que sus sentidos deberían permitirles acceder a las neuronas. Hoy esas mismas neuronas son invadidas, colonizadas, por imágenes y sonidos producidos a muchos kilómetros de distancia. Sus oídos son audífonos que no escuchan gritos de dolor de los miles de desaparecidos o mutilados o hambrientos o necesitados que pueden estar a su lado, hoy se conectan en directo con el "ay hombe" de la nueva ola de intérpretes del vallenato o el "no hay pa nadie" de los reguetoneros dominicanos con sus "profundas vivencias" sobre el amor y la afectividad de hombres y mujeres... Si es por el lado de la imagen, el nervio óptico está en contacto directo con monitores de plasma o micro pantallas de I pods que nunca presentan huelguistas, marchas de protesta, bloqueos de vías principales o grupos familiares (antes desplazados hoy migrantes) que han sido favorecidos con su propio andén de vía principal para que desde allí, pidiendo limosna, disfruten las ventajas de esta seguridad democrática, benemérita solución a todos los males de este país. Por el contrario, allí hay modelitos de pasarela y músicas de moda, cinematográficamente estudiadas para que impacten con sus múltiples colores y efectos especiales: "na hay pa nadie..." A la siguiente reencarnación de Foucault se le vaticina un arduo trabajo para entender que los mecanismos de control ya no se encuentran intramuros sino volando, cual virus aeróbico que se conecta donde haya un bluetooth o un receptor de señal (preferiblemente inhalámbrico). Este postcapitalismo ha convertido en una muy lucrativa industria la alienación mediática: ahora pagamos por ser alienados, que el gordito santa, en el polo Norte(américa) o en Beiging y sus alrededores se alisten para el festín navideño, tendrán que cargar muchos micro(soft)chips para satisfacer a tan refinados gustos de esas listas inocentes que ya no serán dejadas al lado del pletórico árbol navideño... es posible que google ya tenga preparada la dirección web donde dirigirse para las justas comerciales que se avecinan...
Etiquetas: educación crítica, educación y control

domingo, 19 de octubre de 2008

HOY LOS VI PASAR...

Es cada vez más frecuente verlos pasar, colgados como primates, en camiones particulares, vestidos de civil, sonrientes y bien peluqueados, rumbo al merecido descanso de 48 o 72 horas, incluso más días si es que el operativo en el cual se encontraban fue un éxito y le significó a alguno de los generales de doce millones de salario mojar prensa en los noticieros de la noche, dando sombríos alaridos de victoria en la lucha contra el “terrorismo”. Ellos, rostros de jóvenes, nuestros jóvenes, mal entrenados para una guerra de guerrillas, carne de cañón que debe colocarse en el frente de batalla para defender una institucionalidad que se sostiene detrás de una farsante democracia. La del referendo de Uribe, la de las elecciones de “honorables” congresistas, diputados y concejales, además de hábiles burgomaestres que se encargarán de continuar agudizando los escenarios del conflicto (dígase mejor nuestro territorio nacional) con sus malos manejos, su incapacidad administrativa, su rapiña del erario público, sus deudas políticas atrasadas, sus limpias manos llenas de sangre...

Esta guerra nuestra es vampiresca. Lo es en la medida en que requiere de más sangre para sostenerse. La sangre de los campesinos y jóvenes de bajos estratos, sean guerrilleros, paramilitares o militares, orientados por comandantes, de frentes, cuadrillas o batallones, quienes han demostrado, unos más que otros, una funesta ineptitud para la estrategia. Esa ineptitud se refleja en más bolsas negras (como las de la basura, sólo que un poquito más largas y gruesas) que son cada día entregadas a los familiares, acompañadas de una banderita de Colombia, la que juraron defender hasta la muerte y así se lo cumplió el estado, hasta la muerte.

Ahí vienen los camiones con los muchachos, llenos de alegrías e ilusiones, superando el profundo miedo de no estar ni en el frente de combate ni en una lúgubre lista de muertos o de prisioneros de guerra canjeables en una futura negociación. Llegan con sus bluejeans y camisetas de colores dispuestos a recibir una comida decente en casa, el abrazo cálido de una madre y la curiosidad de hermanitos, amigos y vecinos, a quines les contarán cómo han escapado de la muerte o a quienes han tenido que enfrentar en esta guerra. Cuentan los días que les quedan para volver a ser dueños de su propio destino, y así buscar una universidad o un trabajo, tratar de ayudar a su familia, de pasar más tiempo con su novia y sus amigos. Tristemente, muchos ignoran que tanto esfuerzo y riesgo de la propia vida sólo ha servido para consolidar a ese estado corrupto y neoliberal que tarde o temprano les estará negando la oportunidad de llegar a una universidad pública o a un trabajo honesto, bien remunerado. Arriesgaron su vida presente para consolidar su desgracia futura, más triste e irónico no podría ser.